jueves, 24 de julio de 2008

Signos

- ¿La viste hoy? – Intercepté a mi amiga y confidente, que se
apresuraba a parecer ocupada. La situación la ponía tensa, pero yo sabía que por mí haría cualquier cosa, hasta la traición.
- Sí, tenía un vestido rosa. – Me miró, esperando una respuesta, pero
entorné los ojos para imaginarme el tono de rosa. Al ver que no le daría el placer de un comentario reprobatorio, continuó. – Con un moño.
Sólo volví a la realidad de la sala cerrando y abriendo los ojos.
- Qué raro.
Fui hasta la ventana, de paso me aseguré de que nadie estuviera
acercándose por el pasillo, y volví a preguntar a riesgo de que quedara al descubierto mi desmesurada curiosidad.
- ¿Y cómo estaba?
- No sé. Bien.
- Bien, ¿cómo?
- Qué sé yo. Hacía chistes, se reía.
- ¿Chistes? ¿Contaba chistes?
- No, decía cosas graciosas, no sé. Es el modo en que las decía.
- Sí, es graciosa. Ella dice que tiene el don de la comedia.
- Me habías comentado…
- ¿Y…? – Era obvio que quería saber si ella pensaba en mí, pero no
había manera de saberlo. No había manera de que nadie supiera.
- ¿Qué más querés saber?
- No sé… todo…- Y recordé palabras sabias que se colaron
Fortuitamente en mi conciencia por un segundo iluminado. - ¿Cómo tenía los ojos?
Mi amiga dejó sus libros y fotocopias y se sentó.
- Delineados, creo.- Y reflexionó por unos instantes. – Es muy buena
tu pregunta porque sus ojos se veían tristes a pesar de las risas. Y parecía que había llorado.
No pude contestar. Ahora sí que estaba confundido. ¿Qué son estos
signos? Un día somos almas gemelas, y al siguiente no hay manera de sondear sus cavilaciones. Y además de volverse lejana, distante, ¿llora?
- Pero obviamente me pudo haber parecido a mí. Voy a fumar un
pucho.
- Te acompaño.
Me acodé sobre la baranda del balcón y le transmití toda mi frustración
al cigarrillo con un beso largo y apretado. Ese era un momento ideal para contactarla. Pero mi orgullo me lo impedía.
-¿Por qué te aferrás tanto a su recuerdo? Ya tenés con qué entretenerte, ¿no es así?
- No es cuestión de aferrarse. Es algo que no sé explicar de otro modo. Me sirve, es arte, me hace bien. Pero su silencio de esfinge congelada me deja sin recursos.
- Tal vez la respuesta a su acertijo es que no podés permitirte que te haga bien ahora.
- ¿Qué significa eso?
- Lo del ovillo de lana.- Mi amiga besó y sin miramientos arrojó la colilla del cigarrillo por el balcón. La miré de lleno, tratando de leer cada palabra que sus ojos oscuros me describían.
- No sé qué es eso.
- Que la vida se superpone y enlaza con sí misma todo el tiempo, como la lana en un ovillo.
- Ella tiene una teoría así…
- Me lo dijo ella.
Habían estado hablando.
- Me tengo que ir.
Ya no sabía en quién confiar.
Los vacíos de mi vida, ese tiempo muerto entre tarea y tarea, lo que
lleva llegar de un lugar a otro en colectivo, las charlas intrascendentes con gente de cualquier forma y origen, la pena que siento por no poder compartirlo con ella.
Son las terribles ganas que me atacan entre las 5 y las 8, de quedarme solo y poder escribir todo lo que siento, gestar 1 ó 2 fábulas y volver al vacío de la vida conformista. Hacer lo que me ordenan. Pero sus ojos no lo verán. Una certeza gélida me cruza la mente y es aterrador. Tranquilidad, calma, ¡qué despreciable!
Ahora, en pos de su voz diáfana, en busca de un contacto tenue y su risa sarcástica, me pierdo en nieblas de cavilaciones tan intrincadas que me llevan a vivir como si fuera un espectador y dejo que las decisiones se tomen por mí.
Me escapo de mi cuerpo, floto hacia lo que me imagino será su vida en estos momentos. Me deshago en preguntas y creo enloquecer cuando los ojos oscuros de mi confidente no están allí para acercarme un poco más a mi quimera idea de adoración. (2008)