sábado, 27 de diciembre de 2008

Ó(b)s(tá)culo

El presagio de un deseo concedido




Estaban allí, esperándola, y entre los invitados estaría él. Un príncipe. ¿Palabras, rumores? No podía imaginarlos. Le daba vértigo pensar en todos sus allegados allí reunidos, aguardando su entrada a la fiesta, como tantas otras veces.
No hay que olvidar que ese color va a causar revuelo, o al menos comentarios poco favorables, había dicho su confidente. ¿Por qué solía disparar verdades con tan poco tacto? Es el cariño lo que lo hacía enunciar juicios tan inhumanamente premonitorios. Siempre estaba acertado.
No importaba el vestido; todos ya sabían que le gustaba disfrazarse, y ser estridente era su marca personal. Estridente y anacrónica en el vestir.
Ese era el problema; ella ya estaba acostumbrada a hacer entradas triunfales. Era el ritual de siempre: el de esperar pacientemente con su estupefaciente dama de compañía en la recámara, reír sin freno, soñar con música y acomodar su vestido. Ese color es hipnotizantemente adictivo. ¿Y por qué estaba nerviosa ahora? Era la promesa del príncipe. Había habido un contacto, una mesa larga llena de extraños comensales dispuestos a entretenerla con relatos imaginarios o no. Pero sólo él era el destinatario de todas sus sonrisas. Porque era verdad lo que comentan, ella no le sonreía a nadie fehacientemente. Sólo de compromiso a quien se aventuraba a bailar con ella, para luego sugerirle que deseaba quedarse sola.
El humo, las luces, el desenfrenado regreso del baño a los saltos porque están pasando esa canción, el escote ceñido, el oropel, el protocolo, el abanico y gritar letras que resuelven disyuntivas a coro, dejando el alma sobre ese suelo de madera pulida. Vestidos yendo y viniendo, vasos y botellas, damas especulando, caballeros a la expectativa. Ojos protagonistas, espadando sin tregua y armarse de coraje para llegar y ser anunciada. Saludar, abrazar a gente que sólo es real entre aquellas paredes, bromas, besos, miradas otra vez.
¿Sabrán ellos que lo estoy buscando?
Guardarropas, besos, barra. Esta canción ya la tendrían que dejar de pasar. Pero a la gente le gusta; ya sale algo más de tu estilo. A la derecha el Conde de… A tu izquierda, la Marquesa de … A esa señora sonreíle más, cuidado que tiene un hijo soltero que no te va a gustar. ¿No me podés ayudar con cierto príncipe que…? Nena, yo no puedo, me siento mal metiéndome en esas cosas, teniendo en cuenta que vos en tu pasado… Vas a tener que arreglarte sola. Todos te conocen.
Y esas palabras de su confidente y guía le describían un interrogante mayor. Había que deslumbrar sutilmente. Ese color era la respuesta. Estaba segura.
Entró inhalando fuerte todo ese conjunto de almas conjuradas para hacerla sentir viva una vez más. Un séquito fiel y un guía certero.
Estamos hablando de un centenar de personas que se trasladan constantemente de un lugar a otro. Y tantos personajes legendarios encerrados en aquél número. Sorpresas, resurgimientos de entre las cenizas- como a todos nos ha pasado; todos portamos nuestras heridas de guerra altaneramente.
Mirándonos los pies con un mareo vertiginoso y respirando esa esencia encantadora, euforia, decoro, que no se note que miro siempre hacia aquel lado.
Sabes que no es la última vez… sé más discreta. Fiel séquito de tres personas, siempre pendiente de los movimientos. El alma se cuela a través del violeta y salta, al descubierto, evidente. Un temblor sin precedentes.
Ojos en duelo, ojos que se adivinan lejos y se atraen. Una charla que se va a extender en sueños por una semana.
El príncipe se acercó.
Ella rió divertida y decidió internarse en sus ojos. ¿Cómo se describen con palabras las ansias, el anhelo? ¿Cómo se transmiten deseos prescindiendo del contacto? La corte lo vería mal si ella tomaba el primer paso. Y él le refería anécdotas, porque vos el otro día dijiste… no, no hablaba de eso, más risas y el inevitable nos vemos luego ante miradas expectantes y curiosas.
Que una canción nos rescate. Dejarse llevar sin pausa y que el cuerpo hable. ¡Qué éxito que tenés! No me jodas, vos sabés exactamente lo que quiero y me está costando. Pero, su Excelencia, no creo que sea prudente, si es lo que el destino favorece. No me hables del destino, que no tiene nada que ver. También ese color, los invitados murmuran. Vos sabías que ibas a llevarte ojos con vos a donde fueras. Y eso se nota. Permítame decir que sus caprichos de cortejo le pueden jugar en contra.
La única aliada es la música. Nos ilumina. ¿Alejarnos de este guía? Refugio sonoro, refugio líquido. Malos consejeros.
Una mancha violeta se propagó a través de la multitud, ante los ojos azorados de su dama de compañía. Los músicos titubearon. Jamás se detengan, gimió en su carrera. Cuerpos inertes se entrometían en su camino, ni siquiera sabía si corría en la dirección correcta. Lo adivinó a lo lejos. Como un proyectil hacia sus ojos.
Siempre le habían advertido que los impulsos dan fin a un placer prolongable. Se internó tozudamente en su mirada. Tratando de salvaguardar su honor, su séquito se precipitó. Una sofocación súbita la inundó al vislumbrar el final del secreto por develar mientras el príncipe abrazaba su ser violeta y la enfrentaba para disgusto y horror de la corte.
Se desplomó sobre él, la vimos caer y se revolucionó el salón. No era más que una laguna violeta cubriéndolo. Creo que estaban pasando Tainted Love. (2008)