Hay veces en que la vida se nos muestra predecible y las partidas parecen fáciles de ganar. Burlas del destino. Cada vez son más.
- Es divino.- dijo Bárbara. Y todos ya saben lo que significa que Bárbara diga que alguien es divino. No importa lo que pase, Bárbara lo va a conseguir al final. Juliana y Lola, hartas ya, se sentaron más cómodas para ver en qué iba a consistir la nueva y predecible conquista de Bárbara.
Todos la estaban pasando bien en la casa de Florián. “A este lo quiere todo el mundo.”, pensó Bárbara en su escéptica mentalidad. Claro que era raro Florián. A pesar de tenerlo todo, chocaba. Bárbara lo observaba deseosa, aunque no siempre había sido así. Ella, la diosa de la seducción violenta, jamás se habría fijado en alguien como él. Es increíble lo endeble que dejan al juicio crítico unos cuantos rechazos. Ni siquiera estaba allí la sospecha de que algo turbio se esconda en el pasado de aquél hombre. Y entonces, se sentía atraída a él ahora. Estudiante, oficinista, hijo único de padres eternamente orgullosos, extremadamente flaco, pálido, prolijamente peinado hacia el costado con rigurosa gomina y tan sonriente como un niño cantor de Viena.
“¿Hasta dónde se va a poner el cinturón?” Bárbara batallaba en su mente en contra de la idea de que Florián la atraía. Pero su actitud de hombre crecido, su vestimenta de cuñado cuarentón y sus charlas de alto nivel a causa de una vida intelectual intensa la llenaban cada vez más de intrigas para con este correctísimo caballerito.
- ¡Feliz cumpleaños, Florián!- Sonó desde el fondo del pasillo suntuosamente decorado, hacia donde se dirigía Florián, con ademanes de persona mayor y sonrisa eterna. Lo veía dialogar sobre libros, hacer observaciones recatadamente graciosas. Veía sus ojos brillando sobre su piel pálida y se revolucionaba su interior. Tomó otra cerveza y no pudo creer la perfección que encerraba Florián en tanto refinamiento. Una oleada de perfume varonil y estupefaciente la hizo volver a la tierra y vio a Florián tomándose del hombro de su amigo Víctor para no perder el equilibrio de la risa. “Una pose re de viejo.” Mandó a callar a su juicio, y entendió menos porqué le encantó.
En eso, Florián se acercó al sector de las chicas. Bárbara se acomodó un mechón lacio que según ella estaba fuera de su lugar.
- ¿La estás pasando bien, Florián? – preguntó Juliana.
- Sí, gracias. – Mirando a todas, llenando de atención a Bárbara.
- El tema es que, - se apresuró a explicar- hay que estar un poco con cada grupo
de gente. Ya saben como es esto. Los de la facultad, los del trabajo, ustedes… Si no, uno termina siendo un mal anfitrión, ¿no?
Y Bárbara buscaba desesperadamente en su cabeza un argumento valedero que sostuviera porqué le estaba gustando Florián en ese momento. “¡Pero si hasta habla de cosas aburridísimas!”
- ¿Y, Barbarita? ¿Qué contás de nuevo? – Sin poderse explicar cómo ni porqué, Florián estaba sentado a su lado, en el sofá, y el resto de las chicas había desaparecido de la escena. ¿Demasiada cerveza tal vez?
- Bien, che, ninguna novedad. – El resto de los invitados divagaban lejos de ella. Algunos en la cocina, probablemente. Bárbara pensó en desplegar todo su arsenal allí mismo. Pero esos ojos dulces, esa piel pálida, esos labios inocentes y esa expresión aniñada la frenaron. No podía ser fría y cruel con él. No podía seducirlo por las malas.
- ¿Estás segura? Porque a mí sí me parece que tenés novedades.
- No, la verdad es que no hay mucho… a ver…dejé el conservatorio definitivamente, ahora me dedico al maquillaje artístico, para obras de teatro, y …
Florián escuchaba atenta y educadamente cada palabra que Bárbara le decía. Ella se estaba muriendo por dentro. No había un gramo de lujuria en esos ojos brillantes, en esas manos flacuchas, en ese pelo engominado, en esa navaja que le enfrió un músculo a Bárbara y la hizo callar de golpe.
- ¿Qué es eso?
- Nada, seguí hablando.
- Ya está. No sé qué decir
- ¡Dale!
- Voy a gritar.
- Entonces te mato y se acaba la fiesta.
- Y vos vas preso.
- ¿Quién va a creer que yo hice algo? ¿Eh? Dale, vamos, nena, andá a mi cuarto y
esperame en la cama.- El frío se apoderó de Bárbara. Esas palabras se oían como si Florián estuviera sólo moviendo la boca, no había manera de que hayan sido elaboradas por su psiquis. ¿O sí? Era bizarro, como una película mal doblada.
La sonrisa amable había huido de los labios de Florián. Ahora era nada más un rubiecito, flacucho, con tendencias psicópatas.
- Arriba
- ¿Qué?
- Ahora. Vamos rápido.
Nadie se sintió obligado a explicar la ausencia de Bárbara. Las chicas la atribuyeron
a su éxito con los hombres. La tildaron de atropellada y demente, pero al final reconocieron que jugaba siempre bien sus cartas. La ausencia de Florián no se notó, ya que sus amigos estaban acostumbrados a que se ausentara por largos ratos en el día de su cumpleaños, atendiendo llamados del exterior, tíos en Estados Unidos. Que Florián atendía asuntos que los demás no podían presenciar era sabido entre sus invitados. Nadie preguntaría nada cuando lo vieran bajar sonriente, bien peinado y solo por las escaleras. De sus cosas se ocupaba mejor desde las habitaciones. (2002)
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